Varanger 2015: Costa ártica (2ª parte)
Continuando con el viaje cortesía de Swarovski Optik a Varanger, en el ártico noruego, y que fue guiado por la empresa local de turismo ornitológico Biotope.
El tercer día podría decirse que fue el plato fuerte, pero para no añadir confusión aclararé que aunque buena parte del día se dedicó a visitar la costa también hubo un aperitivo con otro hábitat característico por la mañana. Muy temprano nos dirigimos a la baja tundra en el valle de Komagvær donde desayunamos frente a un lek de combatientes (Philomachus pugnax) con sus llamativos plumajes nupciales y frenética actividad. En la zona además encontramos págalos raberos (Stercorarius longicaudus), págalos parásitos (Stercorarius parasiticus), chorlitos dorados (Pluvialis apricaria), falaropos picofinos (Phalaropus lobatus), ruiseñores pechiazules (Luscinia svecica), agachadizas comunes (Gallinago gallinago) con sus vibrantes vuelos nupciales y un ave que ha sido mi némesis durante largos años: la agachadiza chica (Lymnocriptes minimus), que por fin logré ver. Por la zona además otro pajarillo interesante: el pardillo ártico (Carduelis hornemannii) que va de sauce en sauce alimentándose.
A final de la mañana nos marchamos parando algo antes de Vardö para ver los diversos pigargos europeos (Haliaeetus albicilla) que vuelan por la costa y para observar un gran número de láridos posados en una playa: gaviones atlánticos (Larus marinus), gaviones hiperbóreos (Larus hyperboreus), gaviotas argénteas (Larus argentatus), gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla)… cuando de repente una sombra aparece veloz por la derecha de nuestro campo de visión lanzándose contra la masa de gaviotas y levantándola de golpe: ¡es un halcón gerifalte (Falco rusticolus)! En ese momento quedamos boquiabiertos y vemos cómo una desafortunada gaviota tridáctila pende de sus garras durante unos instantes pero… después de aletear enérgicamente logra zafarse y reemprender la huida con el resto de compañeras. El halcón por su parte desapareció volando por el oeste para no volver a verlo de nuevo.
Esa tarde embarcamos en un pesquero tradicional con rumbo a la mítica Hornøya, un islote rocoso cerca de la costa que resulta ser una de las mayores colonias de aves marinas de Europa: unos 100.000 aves pueblan el lugar. El acercamiento al lugar ya es abrumador, pues poco a poco te vas viendo rodeado de gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla), alcas (Alca torda), frailecillos atlánticos (Fratercula arctica), araos de Brünnich (Uria lomvia) y araos comunes (Uria aalge), estos últimos formando grandes balsas que flotan plácidamente. Un enorme paredón rocoso plagado de ruidosas aves en bulliciosa actividad reproductora es la impresionante visión que recibe al visitante.
Un estrecho sendero recorre el pie del acantilado y poco a poco se va elevando hasta llegar al otro lado del islote. Al recorrerlo puedes admirar de cerca las ya mencionadas especies, que instalan sus nidos (o simplemente depositan sus huevos, sin siquiera construir nido alguno) en las estrechas repisas. Al poco uno se encuentra ya caminando entre las aves que incuban o protegen a sus pollos sin que muestren temor alguno por los turistas. Además de los álcidos y las gaviotas tridáctilas, en la isla crían también cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis), fulmares boreales (Fulmarus glacialis), gaviotas argénteas (Larus argentatus) y gaviones atlánticos (Larus marinus).
Estuvimos bastante tiempo (y más que podríamos haber estado) deleitándonos en este lugar, pero a media tarde volvimos al pesquero para realizar una sesión de pesca. Nos alejamos un poco de la costa para ir a recoger las líneas de anzuelos que por la mañana había depositado nuestro patrón acompañados por numerosos fulmares (blancos y azules) que enseguida se unieron a la fiesta cuando los marineros se pusieron a limpiar las piezas cobradas. Finalmente nos llevamos un par de bacalaos que constituirían nuestra cena asada de manera muy sencilla por nuestro chef.
Clica aquí para leer “Varanger: Taiga 1ª parte“.
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