Una semana en Islandia
Desde mis comienzos en el pajareo siempre me llamó la atención el hecho de que por nuestras latitudes recibíamos en época migratoria o en invierno una serie de especies de aves que crían en el lejano norte, en tierras heladas, más allá del alcance de mi imaginación. Veía aparecer a estas especies de forma escasa y sin mucha previsión, pues muchas de ellas tienen su área de distribución tan al norte que en invierno apenas algunas aparecen por nuestras costas. Entre estas aves están los colimbos, falaropos, fulmares, gansos y muchos otros que, cuando caían por nuestros lares, constituyen todo un acontecimiento entre los aficionados a las aves. Unas cuantas de estas especies incluso no abandonan nunca estas tierras, por lo que verlas en tierras sureñas resulta absolutamente improbable.
Los documentales y reportajes fotográficos me hacían entrever cómo podrían ser estas tierras septentrionales, llenas de todas estas aves en plena ebullición reproductora, la tundra, los grandes acantilados y mares embravecidos, los días sin fin. Por estos motivos Islandia siempre fue uno de mis destinos soñados y por fin en junio de 2012 pude llevar a cabo este deseo. Me integré en un grupo de la empresa holandesa Birdingbreaks que visitaba varias regiones del oeste y norte islandés con el fin de observar aves a lo largo de una semana. El resultado fue excelente, teniendo en cuenta que dimos con todas las especies que deseábamos ver y que pudimos disfrutar de unos parajes tranquilos, paisajísticamente impresionantes y ornitológicamente hablando absolutamente evocadores. No voy a negar que en cierto modo también me llevé alguna pequeña decepción, pues frente a la sensación previa que tenía de una isla casi totalmente salvaje y poco intervenida me encontré con un medio bien domesticado por el ser humano en buena parte del territorio, aunque eso sí, manteniendo la esencia del entorno natural en una buena parte. De hecho, la naturaleza es aquí tan vasta que aún logra desbordar a la capacidad humana de colonizarla y aún existen extensiones gigantescas de tierras casi intactas. Aún así BirdLife Iceland denuncia las amenazas que sufren las aves isleñas y su entorno, siendo la transformación del territorio por la agricultura y ganadería, las plantaciones forestales y la construcción de infraestructuras sus principales causas.
El paisaje geológico es sin duda una de las particularidades de la isla y su origen volcánico queda de manifiesto en los numerosos campos de lava y conos que pueden verse por doquier. El hecho de que sean tierras tan nuevas (geológicamente hablando) y esté situada tan próxima al círculo polar ártico hace que las condiciones para la vida sean muy extremas, por lo que la vegetación es escasa y de poca altura (líquenes, herbáceas, sauces rastreros…). No obstante recibe la influencia de las corrientes cálidas, especialmente en las regiones occidentales de la isla, por lo que en invierno las temperaturas son más suaves de lo que cabría esperar por su latitud. Esto ha permitido que se instauren algunas plantaciones de árboles, especialmente abetos, en algunos lugares, y por intervención humana.
Snæfellness
Se trata de una gran península que se interna en el mar en la parte más occidental de la isla. En este lugar se encuentran las mayores cotas del occidente de la isla, coronadas por el volcán Snæfellsjökul (1.446 msnm). Durante dos días recorrimos la costa norte y parte de la sur, así como algunos tramos de su montañoso interior. Teniendo en cuenta que eran nuestras primeras jornadas en Islandia la adición de especies a nuestra lista fue importante y rápida. A destacar enclaves como el cabo Öndvertarðnes, en Ólafsvik, con acantilados que albergan colonias de arao común (Uria aalge), arao de Brünnich (Uria lomvia), alca común (Alca torda), frailecillo atlántico (Fratercula arctica), fulmar boreal (Fulmarus glacialis), gaviota tridáctila (Rissa tridactyla) y cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis), entre otros, fácilmente accesibles sin ocasionar molestias a estas aves. El escribano nival (Plectrophenax nivalis) también está presente en esta área. Sorprendidos nos quedamos con la aparición de una gran orca (Orcinus orca) macho, que pasó nadando a unos 200 metros de la costa. Otro lugar interesante fueron las lagunas interiores de Rif en las que había una considerable actividad alada: falaropos picofinos (Phalaropus lobatus) a muy escasos metros de los observadores, patos havelda (Clangula hyemalis), una nutrida colonia de charranes árticos (Sterna paradisaea) y diversas especies de gaviotas, entre muchos otros. En la bahía de Kolgrafafjörður vimos un grupo de entre 8-10 delfines de hocico blanco (Lagenorhynchus albirostris) muy activos, mostrándonos sus lomos en numerosas ocasiones e incluso dando saltos fuera del agua.
También visitamos la zona sur, que presenta grandes extensiones de marismas costeras. Altas montañas con pronunciados acantilados las enmarcan y fue allí donde vimos nuestro primer pigargo europeo (Haliaetus albicilla), especie que sólo puede encontrarse en esta zona de la isla. La presencia de numerosas agachadizas comunes (Gallinago gallinago) en las praderas adyacentes volando y “cayendo” sobre nosotros con su alucinante ‘vvvvrrbvvvrrbvvvrrb’ provocado por el despliegue de sus plumas caudales externas fue para mí otro de los momentos mágicos del lugar. Por el camino encontramos a una pareja de patos arlequines (Histrionicus histrionicus), una de las “especialidades” de Islandia y a un simpático zorro ártico (Alopex lagopus) que está siendo acosado por zarapitos trinadores (Numenius phaeopus), agujas colinegras (Limosa limosa) y archibebes comunes (Tringa totanus) que son vecinos del lugar y que tratan de echarlo para evitar perder a sus descendientes.
Una tarde estuvo dedicada a un boat trip desde la localidad de Stykkishólmur, un pequeño puerto pesquero en la costa norte. Recorrimos durante más de dos horas un periplo que nos llevó a visitar varias de las islas del fiordo Breiðafjörður. En varias de estas islas existen colonias de aves marinas, destacando las que visitamos con cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis), que ya tenían pollos medianamente crecidos, y las de frailecillos atlánticos (Fratercula arctica), que volaban de un lado a otro en actividad frenética. Vemos también aquí más pigargos europeos (Haliaetus albicilla), que anidan en alguna de las islas. En esta salida también hubo sorpresa, pues un rorcual aliblanco (Balaenoptera acutorostrata) hizo su aparición y nos acompañó durante unos minutos. La visita fue totalmente inesperada ya que normalmente estos cetáceos no suelen internarse tanto en los fiordos.
Estuvimos alojados en el hotel Edda de Laugar, situado en un remoto vallecito al norte de la zona. Su privilegiado entorno alberga una rica avifauna destacando varias parejas reproductoras de chorlito dorado (Pluvialis apricaria) y varias parejas de lagópodo alpino (Lagopus muta) que incluso se pasean por los jardines del hotel.
Lago Myvatn
Este lago es posiblemente uno de los destinos ornitológicos más conocidos de Islandia y, de hecho, coincidimos allí con otros pajareros extranjeros que estaban visitando la zona. Un sustrato volcánico reciente (fruto de una erupción hace 6.000 años y otra hace sólo 300) enmarca esta laguna de 37 km² de extensión. En el entorno numerosas charcas y torrentes que discurren entre rocas con llamativas formaciones y en las que habitan patos arlequines (Histrionicus histrionicus), patos havelda (Clangula hyemalis), serretas grandes (Mergus merganser) e incluso el porrón islándico (Bucephala islandica), otra de las ‘especialidades´ de Islandia. En el lago se ven anátidas por doquier, que además de las tres últimas especies mencionadas incluyen también porrón moñudo (Aythya fuligula), porrón bastardo (Aythya marila), serreta mediana (Mergus serrator) y negrón común (Melanitta nigra), además de otras aves como colimbo chico (Gavia stellata) o Falaropo picofino (Phalaropus lobatus). Éste resulta también un buen lugar para buscar al mítico halcón gerifalte (Falco rusticolus), del cual vimos varios ejemplares, uno de ellos cazando. En los campos de lava de Dimmuborgir encontramos una hembra que se dejó ver durante largos minutos posada a unos 60 metros de nosotros.
También visitamos el bosquecillo de Höfdi poblado por abedules, serbales y abetos de escaso porte (un máximo de 10 metros de altura) en el cuál pudimos observar a la subespecie islandesa de chochín europeo (Troglodytes troglodytes islandica), notablemente mayor y más grisáceo que la continental. Curiosamente esta ave prefiere moverse por las copas de los árboles para buscar alimento y lanzar su canto (un poco más fino y agudo que el del continental) en vez de por el sotobosque y las zonas más bajas, por lo que al principio nos costó un poco dar con él.
Husavik
Es un pequeño puerto pesquero al noreste del país situado en la orilla oriental de la amplia bahía de Skjálfandi. Desde aquí se hacen numerosas excursiones para el avistamiento de ballenas. Hay varias empresas en el pueblo que se dedican a este menester que es una de las mayores fuentes de ingresos del lugar. El día 16 de junio abordamos el pequeño buque Sílvia, de la empresa Gentle Giants, que nos llevó hasta el otro extremo de la ensenada, lugar especialmente bueno para el avistamiento de cetáceos debido a la gran profundidad y a la presencia de los acantilados que caen en picado descargando además el agua de varias cascadas en la orilla. Después de una navegación de algo más de media hora en la que nos rodean fulmares boreales (Fulmarus glacialis) y abundantes frailecillos atlánticos (Fratercula arctica), además de algún que otro págalo grande (Stercorarius skua), llegamos a unas 2 millas de la costa acantilada e inmediatamente localizamos un soplido vertical de varios metros de altura. Poco después otro más y se confirma la identidad del leviatán… una ballena azul o rorcual boreal (Balaenoptera musculus), el ser vivo más grande que jamás haya existido sobre la faz de nuestro planeta. Por si ello no fuera suficiente aún vimos otros dos ejemplares, alguno de los cuales emergió a solo 30 metros de nuestra embarcación para deleite de todos los presentes. Esta proximidad nos permitió oír perfectamente el resoplido al lanzar su chorro de agua y a percibir el color gris azulado de su lomo y su pequeña aleta dorsal que son su mejor rasgo diagnóstico para identificarlas. Por lo que nos cuenta la guía esta especie sólo puede hallarse en estas aguas en mayo y junio, a las cuáles acude a alimentarse, acto que realizaban estos ejemplares cuando los vimos. Posteriormente nadan a mares del sur para sus quehaceres reproductivos. Normalmente las especies más frecuentes en este lugar son el rorcual aliblanco (Balaenoptera acutorostrata), la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) y el delfín de hocico blanco (Lagenorhynchus albirostris), mientras que la ballena azul solo suele ser avistada en un 5% de las excursiones, por lo que podemos considerar que tuvimos bastante suerte. La jornada terminó visitando las cercanas marismas de Lón en donde pudimos ver bastantes ansares piquicortos (Anser brachyrhynchus), patos havelda (Clangula hyemalis), charranes árticos (Sterna paradisaea) y algunos limícolas como el omnipresente archibebe común (Tringa totanus), el ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus), el chorlitejo grande (Charadrius hiaticula), la aguja colinegra (Limosa limosa), el correlimos común (Calidris alpina) y algún que otro correlimos oscuro (Calidris marítima) y correlimos tridáctilo (Calidris alba).
No quería terminar sin mencionar algunas especies no nombradas aún que resultan características en Islandia, tales como los cisnes cantores (Cygnus cygnus), algunos ya con pollos, los ansares comunes (Anser anser), los págalos parásitos (Stercorarius parasiticus), que aparecen en un rango muy amplio de hábitats, o los paseriformes, que son escasos tanto en número como en especies, siendo los más abundantes el bisbita pratense (Anthus pratensis) y el zorzal alirrojo (Turdus iliacus), seguido probablemente por la lavandera blanca (Motacilla alba) y el pardillo norteño (Carduelis flammea). En total se completó una lista de 70 especies de aves (se ofrece completa a continuación), cosa que a primera vista parece un tanto exigua, pero que para este país está bastante bien.
Hay que decir también que muchas de las aves se muestran bastante confiadas ante la presencia humana, lo que permite acercamientos considerables, si bien lo correcto es dejar que san ellas las que se aproximen al observador, cosa que ocurre con frecuencia, para no alterar su comportamiento. Los islandeses son muy celosos de sus aves, sobre todo en época reproductora, y resulta frecuente encontrar zonas restringidas al paso o lugareños que velan por las aves de su comarca vigilando de cerca a los pajareros.
Resultó muy revelador muchas de las especies invernantes en el centro y sur de Europa en plena época reproductora, con sus libreas nupciales, muchas de ellas espléndidamente coloridas, y comportándose de forma totalmente diferente a como estaba acostumbrado a verlas. Estas aves afrontan a finales de verano un viaje de miles de kilómetros que incluye atravesar grandes extensiones de agua sobre el mar, con apenas posibilidades para detenerse y descansar; ser consciente de dicha dificultad gracias a este viaje me hace maravillarme aún más con estos seres. En el avión de regreso hago en apenas 3 horas un vuelo que cruza durante un buen rato una superficie de mar aparentemente inacabable; estos pajarillos tardan sólo unos días en realizar, pero un gran esfuerzo que suele costearse con la vida de muchos ellos. Conocer y percibir de esta forma este hecho no hace sino fomentar mi respeto y admiración por ellos.
Recomendación bibliográfica: Icelandic Bird Guide, de Jóhann Óli Hilmarsson. Publicado por Mál Og Menning. Es una guía fotográfica de todas las especies de aves de Islandia, con muy buena información sobre estatus, fenología y distribución. Un buen complemento para la guía de identificación. En inglés.
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