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Varanger 2015: Tundra (3ª parte)

Último capítulo de mi viaje a Varanger, en el Ártico Noruego, por cortesía de Swarovski Optik y guiados por el personal de la empresa local Biotope.

tundra

El cuarto día del viaje es el dedicado a la alta tundra. De camino a Berlevåg nos detuvimos en la zona de Gjedne, lugar en el que la familia de nuestra guía Kate, los Utsi, pastorean con renos. En esta época del año los renos están dispersos por la tundra disfrutando del abundante alimento que aquí encuentran y resulta difícil verlos de cerca; las hembras con sus crías son muy recelosas y huyen rápidamente en cuanto detectan presencia humana.

Reindeer

Machos de reno (Rangifer tarandus), suelen ser más confiados que las hembras.

Toda esta zona está conformada por un terreno ondulante muy vasto que está cubierto por líquenes y plantas rastreras que incluyen algunos ‘árboles’ como los sauces, ¡pero que apenas levantan unos pocos centímetros del suelo! La vista es amplia y el día gris, se avecina cambio de tiempo al final de nuestra estancia; nos dicen que hemos sido muy afortunados ya que no ha llovido en ningún momento hasta ahora (cuando aquí lo normal es otra situación).

Lichens

Maravillosa composición abstracta formada por los líquenes que se desarrollan sobre la roca caliza.

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En la tundra cuando hablamos de ‘árboles’ nos referimos a estas plantas que apenas levantan del suelo. Son sauces y otros arbustos rastreros que tapizan las zonas menos rocosas.

Willow

Sauces arbustivos en flor cerca de los arroyos y aguas estancadas.

Una vez más, de camino, nos quedamos sin ver cárabos gavilán (Surnia ulula) por el camino a pesar de vigilar bien postes y árboles. Llegados a las zonas elevadas nos dispusimos a caminar por la tundra donde aún había algo de nieve. Enseguida comenzamos a ver algunas aves interesantes: lagópodo alpino (Lagopus muta), págalo parásito (Stercorarius parasiticus), págalo rabero (Stercorarius longicaudus), correlimos común (Calidris alpina), chorlito dorado (Pluvialis apricaria), zarapito trinador (Numenius phaeopus), bisbita gorgirrojo (Anthus cervinus), escribano lapón (Calcarius laponicus) y escribano nival (Plectrophenax nivalis). Sin embargo estuvimos buscando con intensidad un par de especies que, aunque costaron un poco, finalmente se dejaron ver: la alondra cornuda (Eremophila alpestris) y el chorlito carambolo (Charadrius morinellus); ambas especies se reproducen en la zona. Cerca de los arroyuelos, donde crecen algunos sauces de porte arbustivo, aparecen algunos pardillos árticos (Carduelis hornemanni) y ruiseñores pechiazules (Luscinia svecica), y en los pequeños lagos se ven colimbos árticos (Gavia arctica) y patos havelda (Clangula hyemalis).

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Correlimos común (calidris alpina)

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Macho de lagópodo alpino (Lagopus muta) atento a nuestra presencia.

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Págalo parásito (Stercorarius parasiticus) de fase oscura.

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Escribano lapón (Calcarius laponicus) macho.

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Pardillo ártico (Carduelis hornemanni)

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Macho de escribano nival (Plectrophenax nivalis) perfectamente integrado en el entorno rocoso.

Resulta apasionante visitar las tierras de nacimiento de tantas especies de aves que nosotros sólo vemos de forma escasa en invierno, después de un largo viaje migratorio… de hecho, muchas de estas especies ni llegan a la Península Ibérica. Reflexionar sobre este hecho en este lugar me llevó a recordar esos libros que leía de niño y en los que se hablaba de la tundra incluyendo un par de fotografías que hacían galopar mi imaginación. Por entonces visitar la tundra me parecía algo imposible de realizar…

La sensación de caminar por un paisaje tan vasto y (más o menos) salvaje es realmente vitalizante e irreal. Para alguien como yo que siempre ha visto estos ambientes en libros y documentales poder recorrer un lugar como este resulta muy extraña, como formar parte de un sueño que durante décadas había tomado forma en mi mente. Serían necesarios muchos más días para tomar una mejor conciencia del lugar en el que me encontraba. Habrá que volver…

Por la tarde nos dirigimos a la costa norte. En la pequeña localidad de Kongsford la encantadora Åse Winsents, una mujer de origen local, nos recibe en su pequeño establecimiento donde ofrece habitaciones y comidas. Aquí probamos otra de las especialidades gastronómicas de la zona: el cangrejo real.

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Åse y Tormod (nuestro guía) nos explican la historia de la pequeña villa de Kongsford y cómo el turismo ornitológico está revitalizando la zona.

Finalmente llegamos a última hora a Berlevåg, donde embarcamos en un ferry nocturno que nos llevaría de vuelta a Kirkenes para tomar al día siguiente el avión de vuelta.

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Foto de familia del grupo de participantes y guías en el viaje de Swarovski Optik al Ártico Noruego en Junio de 2015 (foto: Tormod Amundsen).

Clica aquí para ver los otros capítulos de este viaje: Varanger: Taiga (1º parte) y Varanger: Costa ártica (2ª parte).

Varanger 2015: Costa ártica (2ª parte)

Continuando con el viaje cortesía de Swarovski Optik a Varanger, en el ártico noruego, y que fue guiado por la empresa local de turismo ornitológico Biotope.

El tercer día podría decirse que fue el plato fuerte, pero para no añadir confusión aclararé que aunque buena parte del día se dedicó a visitar la costa también hubo un aperitivo con otro hábitat característico por la mañana. Muy temprano nos dirigimos a la baja tundra en el valle de Komagvær donde desayunamos frente a un lek de combatientes (Philomachus pugnax) con sus llamativos plumajes nupciales y frenética actividad. En la zona además encontramos págalos raberos (Stercorarius longicaudus), págalos parásitos (Stercorarius parasiticus), chorlitos dorados (Pluvialis apricaria), falaropos picofinos (Phalaropus lobatus), ruiseñores pechiazules (Luscinia svecica), agachadizas comunes (Gallinago gallinago) con sus vibrantes vuelos nupciales y un ave que ha sido mi némesis durante largos años: la agachadiza chica (Lymnocriptes minimus), que por fin logré ver. Por la zona además otro pajarillo interesante: el pardillo ártico (Carduelis hornemannii) que va de sauce en sauce alimentándose.

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Págalo rabero (Stercorarius longicaudus) adulto.

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Pardillo ártico (Carduelis hornemanni) alimentándose de los brotes de unos sauces.

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Bisbita gorgirrojo (Anthus rubescens)

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Una preciosa hembra de falaropo picofino (Phalaropus lobatus) alimentándose en uno de las pequeñas lagunas.

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Cisne cantor (Cygnus cygnus) en vuelo.

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Nido con huevos de gaviota cana (Larus canus).

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Un págalo parásito (Stercorarius parasiticus) vigila su territorio.

A final de la mañana nos marchamos parando algo antes de Vardö para ver los diversos pigargos europeos (Haliaeetus albicilla) que vuelan por la costa y para observar un gran número de láridos posados en una playa: gaviones atlánticos (Larus marinus), gaviones hiperbóreos (Larus hyperboreus), gaviotas argénteas (Larus argentatus), gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla)… cuando de repente una sombra aparece veloz por la derecha de nuestro campo de visión lanzándose contra la masa de gaviotas y levantándola de golpe: ¡es un halcón gerifalte (Falco rusticolus)! En ese momento quedamos boquiabiertos y vemos cómo una desafortunada gaviota tridáctila pende de sus garras durante unos instantes pero… después de aletear enérgicamente logra zafarse y reemprender la huida con el resto de compañeras. El halcón por su parte desapareció volando por el oeste para no volver a verlo de nuevo.

Esa tarde embarcamos en un pesquero tradicional con rumbo a la mítica Hornøya, un islote rocoso cerca de la costa que resulta ser una de las mayores colonias de aves marinas de Europa: unos 100.000 aves pueblan el lugar. El acercamiento al lugar ya es abrumador, pues poco a poco te vas viendo rodeado de gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla), alcas (Alca torda), frailecillos atlánticos (Fratercula arctica), araos de Brünnich (Uria lomvia) y araos comunes (Uria aalge), estos últimos formando grandes balsas que flotan plácidamente. Un enorme paredón rocoso plagado de ruidosas aves en bulliciosa actividad reproductora es la impresionante visión que recibe al visitante.

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Impresionante paredón de la isla de Hornøya repleto de álcidos y otras aves marinas.

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Al pie del acantilado.

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Un acantilado muy concurrido.

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Arao común (Uria lomvia) y Arao de Brünnich (Uria lomvia), los cuales crían ala con ala en el mismo acantilado.

Un estrecho sendero recorre el pie del acantilado y poco a poco se va elevando hasta llegar al otro lado del islote. Al recorrerlo puedes admirar de cerca las ya mencionadas especies, que instalan sus nidos (o simplemente depositan sus huevos, sin siquiera construir nido alguno) en las estrechas repisas. Al poco uno se encuentra ya caminando entre las aves que incuban o protegen a sus pollos sin que muestren temor alguno por los turistas. Además de los álcidos y las gaviotas tridáctilas, en la isla crían también cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis), fulmares boreales (Fulmarus glacialis), gaviotas argénteas (Larus argentatus) y gaviones atlánticos (Larus marinus).

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Cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis) en el nido con un pollo de pocos días.

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Cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis)

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Frailecillo atlántico (Fratercula arctica) y araos comunes (Uria aalge).

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Frailecillos atlánticos (Fratercula arctica)

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El artista Federico Gemma, uno de los invitados a este viaje, realizando bocetos de las aves en sus nidos.

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Gaviota argéntea (Larus argentatus) adulta cerca de su nido.

Estuvimos bastante tiempo (y más que podríamos haber estado) deleitándonos en este lugar, pero a media tarde volvimos al pesquero para realizar una sesión de pesca. Nos alejamos un poco de la costa para ir a recoger las líneas de anzuelos que por la mañana había depositado nuestro patrón acompañados por numerosos fulmares (blancos y azules) que enseguida se unieron a la fiesta cuando los marineros se pusieron a limpiar las piezas cobradas. Finalmente nos llevamos un par de bacalaos que constituirían nuestra cena asada de manera muy sencilla por nuestro chef.

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Varios fulmares boreales (Fulmarus glacialis).

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Fulmar boreal (Fulmarus glacialis) ‘azul’ siguiendo a nuestro barco pesquero.

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Magnífico ejemplar de bacalao pescado al anzuelo en aguas de Varanger.

Clica aquí para leer “Varanger: Taiga 1ª parte“.

Varanger 2015: Taiga (1ª parte)

Varanger es, sin duda alguna, uno de los destinos más deseados por los pajareros europeos. Como dice la propaganda que promociona este lugar, se trata del destino ártico más fácilmente accesible. Yo no soy una excepción a este deseo y tenía situado a este lugar en mi lista de viajes a realizar en un futuro, pero al haber visitado ya el Ártico en otras ocasiones no estaba en una posición prioritaria. Sin embargo, el viaje se ha hecho realidad este pasado junio gracias a la invitación recibida por Swarovski Optik para participar en un viaje de presentación y testaje de sus innovaciones que tuvo como escenario esta península en el norte de Noruega (en este enlace puedes leer el artículo que recientemente escribí sobre dichos productos).

En el aeropuerto de Oslo nos dimos cita la mayor parte de los participantes en el viaje; gente relevante de Suecia, Estados Unidos, Italia, Alemania, Holanda, Reino Unido, Australia, Finlandia, entre otros. Entre ellos hay gente tan renombrada como Jan Södersved (editor jefe de la revista Linnut), Arjan Van Egmond (secretario de Dutch Birding Association) o Lars Svensson (quien no necesita presentación).

Durante cinco días recorrimos diversos ambientes y hábitats de la zona (taiga, tundra, costa…) de la mano de Tormod Amundsen y Kate Utsi, de la empresa Biotope, que es el motor del nuevo desarrollo del turismo ornitológico en la zona. Además de las aves, los paisajes, las gentes y el buen ambiente reinante en el grupo, uno de los aspectos más destacables de este viaje fue el de conocer la interesante experiencia en desarrollo de turismo ornitológico que se está llevando a cabo en este extremo norte de Europa. Desde hace algo más de 5 años Tormod, que además de guía y ornitólogo es arquitecto y diseñador, ha involucrado a la administración local y a diversos agentes de la zona (alojamientos, hosteleros, artesanos, pastores…) en una experiencia que hace que ir a pajarear a Varanger no sólo sea observar magníficas aves en increíbles escenarios, sino mucho más.

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Desde el Birk&Husky B&B, en plena taiga, teníamos esta vista a medianoche. ¡La otra orilla es Rusia!

El primer día se fue en el viaje de ida y fue ya a la tarde cuando llegamos al pequeño aeropuerto de Kirkenes, situado casi en la frontera con Rusia. Sin perder mucho tiempo nos dirigimos al valle de Pasvik, en plena taiga. Por el camino vemos volar zorzales reales (Turdus pilaris) y chochas perdices (Scolopax rusticola), pero no tuvimos suerte con los carabos gavilanes (Surnia ulula) que decían podríamos encontrar posadas en algún poste. Esa “noche” (entrecomillo porque estamos en el Ártico y aquí en verano no anochece nunca) nos alojamos en el Birk Husky B&B, unas cabañas situadas con vistas a Rusia en la que nos ofrecen carne de reno para cenar en un pequeño edificio de madera estilo vikingo (con fuego abierto). En este alojamiento se dedican durante el invierno a las carreras y excursiones en trineo tirado por perros, pero en verano transforman su actividad a excursiones a pie para observar la fauna de la taiga: mamíferos como osos, glotones y alces y aves como las que vimos al día siguiente. En el exterior de las cabañas hay varios comederos para aves donde acuden lúganos (Carduelis spinus), pardillos norteños (Carduelis flammea flammea), pinzones reales (Fringilla montifringilla), carboneros sibilinos (Poecile montanus) y otros.

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Macho de pardillo norteño (Carduelis flammea).

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Lúgano (Carduelis spinus) y pardillo sizerín (Carduelis flammea), dos de los visitantes más habituales del comedero.

Birdwatchers

Todos atentos a los comederos.

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Este fue el único carbonero siberiano (Poecile cinctus) que vimos en todo el viaje, también en el comedero.

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Este es el precioso camachuelo picogrueso (Pinicola enucleator) macho que visitó el comedero mientras desayunábamos viendo pájaros en plena taiga.

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Cartel con algunas de las especies de aves presentes en el valle de Pasvik.

Al día siguiente realizamos un recorrido a pie por la taiga. Antes de llegar al lugar de paseo ya pudimos ver un búho campestre (Asio flammeus) vigilando desde su posadero y un par de lagópodos comunes (Lagopus lagopus). En el comedero situado en la cabaña al comienzo del sendero que recorrimos fuimos viendo como llegaban los paseriformes anteriormente mencionados y dos de los que más esperábamos: un carbonero siberiano (Poecile cinctus) y un precioso macho de camachuelo picogrueso (Pinicola enucleator). El paseo, por un paisaje irreal de coníferas y suelos pantanosos, estuvo acompañado por mosquiteros musicales (Phylloscopus trochilus) y bisbitas pratenses (Anthus pratensis)… Un poco más adelante dimos con otro pájaro que deseábamos ver, el arrendajo funesto (Perisoreus infaustus) que estuvo un buen rato dejándose ver. Sin embargo el pelotazo del día fue una sorpresa inesperada: mientras caminaba junto a Lars Svensson escuchamos un canto diferente y él me dice “¿Sabes qué canto es ese?” Sonaba a un mosquitero común bastante extraño y completamente nuevo para mi. Al ver mi cara de “¿eing?” Lars dijo “¡Es un Phylloscopus collybita tristis! ¿Qué hace aquí ahora? Debería estar 800 kilómetros más al oeste”.

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Una mala foto de un arrendajo funesto (Perisoreus funestus), no se dejaron acercar mucho.

Taiga

Paisaje de la taiga de Pasvik.

Poo

En el valle de Pasvik viven numerosos osos pardos (Ursus arctos) y alces (Alces alces); aunque no vimos ninguno si encontramos los excrementos del segundo.

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Lars trata de atraer al mosquitero tristis mediante un reclamo sonoro para estudiarlo mejor.

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Foto mala y testimonial del mosquitero tristis que hallamos en la taiga de Pasvik.

Scopes

Por la tarde nos dirigimos al fiordo de Varanger con alguna parada para observar aves marinas y acuáticas en Nesseby, donde vimos ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus), chorlitejo grande (Charadrius hiaticula), falaropos picofinos (Phalaropus lobatus), págalos parásitos (Stercorarius parasiticus), charranes árticos (Sterna paradisaea), gaviones atlánticos (Larus marinus), gaviotas argénteas (Larus argentatus), gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla), eíderes comunes (Somateria mollissima) y varios delfines de hocico blanco (Lagenorhynchus albirostris), entre otros. Poco después vimos también algunos correlimos de Temminck (Calidris temminckii), ave común en la zona.

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Reserva de Nesseby

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Eideres comunes (Sometería mollissima)

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Gaviota cana (Larus canus)

Oystercatcher

Ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus)

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La iglesia de Nesseby, a la entrada de la reserva.

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Uno de los abrigos para observar aves diseñados por Tormod Amundsen, de Biotope.

Llegamos a dormir en Vadsø, principal población de la zona, donde nos alojamos en el Vadsø Fjordhotell, también conocido como Birdwatchers Base Camp (el Campo Base de los Pajareros), donde nos sirvieron una deliciosa cena a cargo del chef Tol Emil Sivertsen.

Para acabar la jornada aún vimos bisbita gorgirrojo (Anthus cervinus) y eider real (Somateria spectabilis) cerca del hotel.

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Ensenada de Vadsø, uno de los mejores lugares para observar aves en la zona ¡justo frente al hotel!

Un paso más allá de Swarovski Optik

En más de una ocasión he oído decir que las ópticas de Swarovski eran excelentes, pero que sin embargo los accesorios no estaban a la altura. En la práctica este hecho me había pasado algo desapercibido a pesar de ser usuario de la marca austriaca; te acostumbras a unos sistemas y no te detienes a pensar si son mejorables, pero mientras tanto sufres con correas que se enroscan, tapas que se caen o se pierden, ajustes de dioptrías que se modifican accidentalmente y muchas más circunstancias que incomodan y hacen que pierdas instantes preciosos en la observación, ya sea de ocio o de trabajo. ¿Cuántas veces no habré perdido a un ave de vista mientras trataba de colocar bien la correa que se había enganchado u otras circunstancias similares?

El pasado junio realicé un viaje a Varanger, invitado por Swarovski Optik, junto a otros pajareros, con el fin de conocer y probar el nuevo desarrollo que esta casa de óptica ha realizado y que presenta precisamente hoy. En este viaje (del que hablaré de forma mucho más extensa en una próxima entrada), además de disfrutar de las aves en este magnífico destino, pudimos conocer una experiencia de turismo ornitológico realmente ejemplar. Sin embargo, los asistentes estábamos intrigados por saber qué es lo que nos iban a anunciar hasta que las cuidadas explicaciones de Dale Forbes, jefe de marketing de la sección de naturaleza, ocio y viajes de Swarovski Optik, nos presentó el nuevo sistema FieldPro.

FieldPro no es una nueva óptica, sino que resulta ser una serie de mejoras en los accesorios en la serie de binoculares EL. Las mejoras que aporta FieldPro se han realizado a partir de comentarios y sugerencias realizadas por numerosos usuarios de estos binoculares, así que no constituyen un desarrollo realizado a la ligera, sino que tratan de solventar problemas y molestias reales.

Quizás la parte más novedosa y práctica sea la nueva correa, que está sujeta al binocular mediante un sistema de bayoneta y con con la clásica cinta plana atada a un asa. Este sistema de bayoneta puede realizar un giro completo que, unido a que la correa es cilíndrica (y no plana) evita el enroscamiento de la misma. Aunque esto parezca una tontería a mi me pareció muy práctico y probarlo durante más de tres días en plena taiga, tundra y mar, en observación estática o realizando paseos, con más o menos ropa encima y viviendo diversas circunstancias me convenció por su comodidad y por solucionar una serie de problemas que se presentan en más de una ocasión a lo largo de las jornadas de pajareo. Este sistema es además, fácilmente ajustable en longitud y desmontable, con lo que puedes poner y quitar la correa en pocos segundos, facilitando unas labores que antes llevaba varios minutos y que además no solían resultar fáciles.

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En esta imagen se puede apreciar la nueva correa montada en el binocular mediante la mencionada bayoneta, así como el sistema de ajuste de la longitud de la misma.

Otra de las novedades es el sistema de tapas. Con las tapas de que disponíamos hasta ahora, agarradas al binocular con una abrazadera, ocurría que en muchas ocasiones acababan cayéndose. Muchos terminábamos optando por retirarlas, con lo que las lentes quedan más expuestas a la suciedad y a roces o golpes. Las nuevas tapas van enganchadas a la estructura del binocular mediante un ingenioso sistema que evita que se caigan, pero es que además también pueden soltarse fácilmente, con lo que si en algún caso molestaran (como cuando hace viento fuerte), éstas se pueden guardar.

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Las tapas sujetas directamente al binocular evitan su caída y pérdida.

La tercera gran novedad es un nuevo sistema que evita que las dioptrías ajustadas a la vista de cada observador no se suelten accidentalmente con la facilidad con la que ocurre actualmente, pues pueden fijarse. Este sistema además no supone un esfuerzo extra cuando este ajuste deba modificarse; es bastante sencillo.

Existen otras pequeñas mejoras de menor entidad pero que completan el set: una nueva funda más práctica, un nuevo cubreocular más fácil de colocar y retirar, una goma protectora más agradable al tacto y hasta una correa flotante que evita que el binocular se hunda en el agua en el caso de que éste caiga de forma accidental.

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Dale arroja sin compasión unos EL al agua en el puerto de Vardø para probar la flotabilidad de la nueva correa.

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Aunque no se aprecie bien ahí están los EL sin hundirse gracias a la correa flotante, que es de color naranja fosfórico para facilitar su localización en el mar.

En conjunto me parece un buen avance y progresión en el desarrollo de estas ópticas, añade funcionalidad y soluciona varios pequeños problemas que nos afectaban en el día a día y creo que marcarán una tendencia.

Muchas gracias al equipo de Swarovski Optik por esta invitación, así como a todos mis compañeros de viaje y a los guías de Biotope (la empresa que nos guió en Varanger).

Viajar a Austria de la mano de Swarovski Optik

Una pregunta habitual a los ornitólogos que llevamos años ejerciendo es qué óptica utilizamos. Desde que comencé, allá por el año 1980, he usado muchos binoculares y telescopios. Lo normal es comenzar con algo sencillo y, conforme te das cuenta de las limitaciones que tiene y la necesidad de un equipo de mejor calidad, vas adquiriendo materiales que van suponiendo avances. Así, mis primeros binoculares fueron unos Viking 7×50 regalo de un tío mío, y de ahí pasé a otros Viking, después unos Docter, todos ellos de prisma de porro, para pasarme ya al binocular recto con unos Kowa 10×42 a finales de los 90. Esta evolución respondió a la disponibilidad en el mercado y al poder adquisitivo de cada momento, pero indican una progresión que recientemente culminó en unos Swarovski EL 10×42 Swarovision, es decir, pasar ya a la primera división.
Si hablamos de telescopios hay que decir que el primero llegó en la segunda mitad de los 80 y era tan barato que no tenía ni marca. En cuanto pude me pasé al Kowa TS1 25-50×65, un clásico entre pajareros belgas y holandeses en aquella década. En los 90 ya me pasé al Kowa TSN Prominar TSN 823M 20-60×80, un gran paso. Pero ya el pasado año di un paso aún mayor, ya que tuve ocasión de probar el nuevo Swarovski ATX en la Birdfair de Rutland y en la Dutch Birdfair de Oostvarderplassen, unas pruebas que me convencieron casi instantaneamente ya que en aquellas ocasiones puse a prueba a estos aparatos en unas condiciones realmente adversas: muy poca luz. Poder observar un cuchara común que nadaba tranquilamente a unos 100 metros del punto de observación en medio de una tormenta con total perfección fue el momento que me decidió a adquirirlo.

Mi telecopio ATX 30-70×95 con el que llevo funcionando un año ya.

 Hay que destacar también que el concepto de telescopio cambia radicalmente con los ATX, ya que pasa a ser un telescopio modular con una base de ocular (angular o recta) a la que se le pueden acoplar hasta tres tubos diferentes que son los que determinan la calidad y, sobre todo, la luminosidad del aparato. Existen tres tubos que conforman, una vez montados, unos telescopios más o menos ligeros que se adaptan a diversas circunstancias y que son intercambiables entre si, teniendo así la posibilidad de disponer de un aparato que puede cambiar desde un telescopio ligero y cómodo de transportar (con el tubo de 65 mm. de diámetro), uno intermedio que ya ofrece un rango de calidad más elevado (con el tubo de 85 mm.) hasta un telescopio de elevadísima calidad por su espectacular entrada de luz (tubo de 95 mm.). Llevo un año utilizando este último con gran satisfacción, pero para destacar algo del mismo mencionaría sus excelentes prestaciones en condiciones de luz escasa y a altos aumentos… no en vano, Swarovski se permite el lujo de dotar con un zoom de 30 a 70x a esta joya e incluso a una ampliación tan tremenda mantiene una calidad de imagen más que aceptables, debido sobre todo, al gran diámetro del objetivo.

Esta es la imagen con la que nos despertabamos todas las mañanas al mirar por la ventana del hotel cerca de Absam.

En julio fui invitado, junto con otros pajareros, digiscoperos, periodistas y comerciales ibéricos, a conocer la factoría de Swarovski en Absam (Austria). Evidentemente se trataba de un viaje para darnos a conocer las excelencias de sus productos, pero como ya les comuniqué no resultaba necesario convencerme de nada en cuanto a que el haber trabajado con esta óptica durante un tiempo considerable ya había logrado hacerlo. Aún así el viaje sirvió para conocer con detalle su cuidado proceso de producción y, una de las cosas que me sorprendieron, los exhaustivos controles de calidad que someten a todas y cada una de las unidades producidas. Quiero desde aquí agradecer a Swarovski dicha invitación y a mis compañeros de viaje el gran momento vivido. Tuvimos la oportunidad de visitar el Parque Natural Karwendel (bien equipados con binos y teles Swarovski) donde pudimos admirar espectaculares paisajes y avistar algunas aves especiales para nosotros como el pito cano y el pardillo sizerín.

El Parque Natural Karwendel, en la zona oeste de Austria, ofrece paisajes tan bucólicos como el de la imagen ¿No da la impresión de que por la puerta de la cabaña puede salir el abuelo de Heidi en cualquier momento?
Un momento de la visita guiada por el Parque Natural Karwendel. El guía nos explica varios aspectos sobre el relieve, geología, vegetación y fauna del lugar.
Absam visto desde las alturas. En algún lugar ahí abajo está la factoría de Swarovski Optik.
En este viaje coincidí con mi gran amigo Ricard Gutiérrez, dos miembros del Comité de Rarezas luciendo sus respectivos binoculares Swarovski.

In July I was invited by Swarovski Optik to visit in Absam (Austria) their factory. It was really very interesting to know their history, the contruction process for their optics and the very impressive quality control that they have improve along the years. We also visited the Karwendel Nature Park, which is really impressive by their landscapes and birds.

Para saber más:
Swarovski Optik
Parque Natural Karwendel
Artículo en el blog de A Ver Aves
Artículo en el blog Birds in Spain (Ricard Gutiérrez nos cuenta como los binoculares con telémetro -pudimos probar los nuevos Swarovski EL Range en esta visita- son tremendamente útiles para hacer censos de fauna).