Costa Rica: Paraiso de pajareo (2ª parte) – Enero 2015
Reservas de Monteverde y Santa Elena
Monteverde nos recibió con viento y lluvia. Malas condiciones que afectaron a la observación y que creemos, hizo que este interesante lugar no diera de si todo lo que podría. No obstante la estancia aquí no fue en ningún modo mala y pudimos recorrer varios senderos en las reservas de Monteverde y, la menos conocida, Santa Elena. Los bosques nubosos reinantes aquí son también de enorme belleza y su fama se extendido merecidamente siendo uno de los lugares más turísticos que visitamos en el viaje. Así, conforme uno se acerca a la entrada de las reservas un despropósito de parques de aventura, tirolinas, quads, canopy trails invaden cada esquina, lo que a priori te deja un poco en shock. Son empresas que operan en el entorno de las reservas y cuyo influjo no se traduce en éstas, lo que es de agradecer.
A la entrada de la reserva de Monteverde se pueden encontrar unos comederos para colibríes que hacen las delicias de cualquiera que se pare a contemplarlos. Entre los que acudían a estos comederos estaban el colibrí morado (Campylopterus hemileucurus), colibrí colirrayado (Eupherusa eximia), colibrí gorjipúrpura (Lapornis coloaemus), o el colibrí magenta (Calliphlox bryantae).
Ya en los paseos hallamos algunas especies interesantes como el cabezón cocora (Semnornis frantzii), curutié carirrojo (Cranioleuca erythrops), mosquero amarillento (Empidonax flavescens), zorzalito sombrío (Catharus fuscater), reinita cabecilistada (Basileiterus tristriatus) o el candelita plomiza (Myioborus miniatus), entre otros.
Como el pajareo en las reservas era pobre e incómodo por la casi continua lluvia hicimos un par de visitas de pajareo por el propio pueblo de Santa Elena y alrededores, hallando picoplano de anteojos (Rhynchocyclus brevirostris), cucarachero modesto (Thryothorus modestus), urraca hermosa cariblanca (Calocitta formosa), eufonia elegante (Euphonia elegantissima) o fiofío ventriamarillo (Elaenia flavogaster), entre muchos otros.
Parque Nacional del Volcán Arenal
Dejamos Monteverde con la esperanza de hallar mejor tiempo en Arenal, pero la esperanza se tornó oscura cuando llegamos entre intensas trombas de agua que además se intensificaron durante la primera noche en el lugar. Aún así, y bajo la lluvia, salimos temprano para tentar a la suerte y la cosa ¡salió bien! Al poco dejó de llover y paramos para ver lo que se presentaba dando con un ‘ant swarm’ que recién salía de su guarida al cesar la lluvia. Como estaba recién salida no se veían aún aves en su entorno, pero en poco pudimos dar con dos hormigueros calvos (Gymnocichla nudiceps), aves difíciles de observar.
El Parque Nacional del Volcán Arenal se encuentra en la vertiente caribeña de Costa Rica (lo visitado hasta ahora estuvo en la vertiente pacífica). El parque está conformado por el mencionado volcán y otras formaciones volcánicas y retazos de selva situados en los alrededores. No obstante nosotros básicamente nos movimos por el entorno visitando en varias ocasiones el Arenal Observatory Lodge (AOL) y la zona llamada La Península, una zona de selva junto al lago Arenal.
El tiempo continuó bastante bueno durante nuestra estancia aquí (sólo abrimos una vez el paraguas que compramos en La Fortuna) por lo que el pajareo fue cómodo y muy satisfactorio. Habría que destacar la zona como un lugar muy bueno para observar tucanes. Pudimos ver cuatro especies: tucán pechigualdo (Ramphastos ambiguus), tucán piquiverde (Ramphastos sulfuratus), tucanete esmeralda (Aulacorhynchus prasinus) y arasarí acollarado (Pteroglossus torquatus), en muy buenas condiciones, especialmente en los jardines del AOL. En dichos jardines hay comederos a los que acuden el impresionante cacique de Moctezuma (Psarocolius montezuma) y otras aves como carpintero de Hoffmann (Melanerpes hoffmannii), carpintero centroamericano (Melanerpes pucherani), tangara terciopelo (Ramphocelus passerinii), tangara azuleja (Thraupis episcopus), tangara palmera (Thraupis palmatum), tangara cabecidorada (Tangara larvata), mielerito verde (Chlorophanes spiza) y otros, por lo que merece la pena pasar un rato delante de ellos. Cucarachero barrado (Campylorhynchus zonatus), zorzal cuelliblanco (Turdus albicollis), saltarín cuelliblanco (Manacus candei), reinita plañidera (Oporornis philadelphia), reinita culiparda (Basileuturus fulvicauda), tangara pintora (Tangara guttata), cimerillo andino (Lophotriccus pileatus), semillero volatinero (Volatinia jacarina) o momoto picoancho (Electron platyrhynchum) son otras aves que pudimos encontrar aquí.
Tuvimos la suerte de visitar la Península de la mano de Beatriz y Diego, trabajador del parque, que nos descubrió muchas especies que sin su ayuda no hubiéramos encontrado: águila galana (Spizaetus ornatus), momoto carenado (Electron carinatum), lechuzón de anteojos (Pulsatrix perspicillata), chotacabras de la Carolina (Antrostomus carolinensis) y nictibio grande (Nyctibius grandis) fueron algunos de los más impactantes. Este lugar se reveló además como uno de los mejores lugares de pajareo que visitamos en todo el viaje con especies como el totoroí ventricanela colombiano (Hylopezus dives) (que no llegamos a ver, aunque lo oímos en abundancia), carpintero alirrufo (Piculus simplex), ticotico gorjiclaro (Automolus ochrolaemus), batará mayor (Taraba major), hormiguero moteado (Hylophylax naevioides), mosquero colilargo (Colonia colonus), vireo de Filadelfia (Vireo philadelphicus), soterillo picudo (Ramphocaenus melanurus) o titirijí cabecinegro (Todirostrum nigriceps), entre muchos otros.
Reserva Biológica de La Selva
Nuestra última etapa es este lugar bien conocido por los naturalistas, una reserva gestionada por la Organización de Estudios Tropicales (OET) y que consiste en un gran pedazo de selva en los llanos caribeños no lejos del Parque Nacional Braulio Carrillo. Científicos y estudiantes de todo el mundo acuden a este lugar donde pueden realizar sus investigaciones en un auténtico laboratorio natural tropical. El lugar está abierto a los visitantes con una visita guiada de unas dos horas, pero si uno se aloja en sus instalaciones (que es lo que hicimos) tiene libertad total para moverse por su amplia red de senderos que totalizan más de 60 km de longitud.
El tiempo aquí fue irregular, pero nos dejó algunos buenos momentos de pajareo. No obstante no se si porque llevábamos altas expectativas o porque nos encontramos con unos días algo flojos, el pajareo aquí nos pareció algo más pobre de lo que esperábamos.
Los jardines del recinto y su pista de acceso son de los mejores lugares para buscar aves y por aquí dimos con varios saltarín cuelliblanco (Manacus candei), carpintero canelo (Celeus loricatus), batará mayor (Taraba major), vireo gorjiamarillo (Vireo flavifrons), pibí tropical (Contopus cinereus), cotinga níveo (Carpodectes nitidus) y muchos otros. Internarse en los senderos supone ver pocas aves por lo denso de la vegetación y porque en estos lugares la riqueza y abundancia se reduce respecto a los ecotonos, pero aparecen algunas especies exclusivas de estos ambientes tales como paloma perdiz de Veragua (Leptotrygon veraguensis), mochuelo caburé (Glaucidium brasilianum), cerquero piquinaranja (Arremon aurantiirostris) o el ermitaño gorjiestriado (Phaetornis striigularis), entre otros.
También tuvimos tiempo de pajarear por los alrededores de la reserva, ambientes agrícolas o en transformación. Acudimos a los humedales de El Tigre, donde existen posibilidades de ver ibis verde (Mesembrinibis cayennensis) y semillero piquigrueso (Oryzoborus funereus), pero nos encontramos con que había varias máquinas pesadas trabajando en el lugar en lo que seguramente era una transformación en finca agrícola. Aún así en otras zonas si que pudimos ver aves interesantes como el añapero colicorto (Lurocalis semitorquatus), colibrí nuquiblanco (Florisuga mellivora) y los magníficos guacamayo ambiguo (Ara ambiguus).
En definitiva, un país extraordinario para el turismo de observación de naturaleza. No he anotado nada sobre los mamíferos, reptiles, anfibios, insectos y otros seres que nos fuimos encontrando a nuestro paso, pero fueron variados y abundantes. Merece muchas más visitas tratando de pasar más tiempo con calma en varios de estos lugares.
Muchas gracias a Diego Vargas y Beatriz Louzao por su gran ayuda mediante indicaciones y acompañándonos en alguna salida de campo.
Muchas gracias a Eduardo Amengual por sus valiosos consejos e indicaciones.
Muchas gracias también a todos los que se ofrecieron a aportar información y consejos, aunque finalmente no recurrí a ellos.
Costa Rica: Paraíso de pajareo (1ª parte) – Enero 2015
Costa Rica había sido un destino deseado para mi durante muchos años. Mucha gente me hablaba maravillas sobre este lugar e insistían en que alguien que le gustan las aves y la naturaleza como a mi no podía dejar de ir. De hecho, en alguna ocasión anterior estuve a punto de viajar a este destino y tenía ya la guía de aves comprada desde entonces.
Un país en el que aproximadamente la mitad de su territorio está protegido, Una de cuyas principales fuentes de ingresos la constituyen el ecoturismo, que no tiene ejercito y que además hace poco años prohibió la caza suena muy bien; si además tenemos en cuenta que en un territorio de apenas 51.100 km cuadrados encontramos una de las biodiversidades más elevadas del planeta esto ya suena a paraíso. Eso me dijo alguien que supo de mis planes: “Vas al paraíso”.
No son pocos los aficionados a las aves que viajan a Costa Rica, pues en este reducido territorio se han registrado unas 900 especies de aves. Esto viene favorecido por la ubicación geográfica y su relieve. Con dos costas opuestas, la pacífica y la caribeña, una serie de cadenas montañosas que en algún punto se elevan hasta casi los 4.000 m de altitud y unos climas muy variados según zonas, los ambientes cambian radicalmente según orientación y elevación. Semejante variedad de ambientes favorece la presencia de una amplia gama de especies de aves en un territorio reducido, lo que hace que unos días de pajareo por este país puedan ser de lo más productivos.
En enero de 2015 tuve la oportunidad de visitar, por fin, Costa Rica, junto con mi colega Yeray Seminario, de Whitehawk Birding. Unos 15 días de pajareo bastante intenso en varias zonas de características diferentes nos llevaron a sumar hasta 363 especies de aves. Paso aquí a relatar nuestras impresiones siguiendo el itinerario trazado…
Cordillera de Talamanca: Parque Nacional de Los Quetzales, Parque Nacional de Tilarán y Cerro de la Muerte
Tras aterrizar en San José nos dirigimos inmediatamente a la Cordillera de Talamanca, la más elevada del país y cuya máxima cota es el pico Chirripó con 3.820 m de altitud. Nuestro alojamiento, Mirador de los Quetzales, se sitúa a unos 2.600 msnm y consiste en una cabañas. La sensación aquí es de frío, nieblas cubren la zona y en muchas ocasiones cae una fina lluvia. Pero esto permite que aquí crezca un impresionante bosque nuboso que abruma por su extraordinaria belleza. Impresionantes árboles crecen en las escarpadas laderas, todas cubiertas por un auténtico abrigo de plantas epífitas: lianas, musgos, líquenes, bromelias y muchas más; todo parece colocado con sumo cuidado y detalle, todo parece absolutamente perfecto.
Descubrimos que uno de los mejores senderos para recorrer este ambiente era uno llamado Sendero de los Robles y en el cuál pudimos ve nuestro primer quetzal (eso si, no muy bien). Son abundantes por aquí especies como el Green colibrí verdemar (Colibri thalasianus), colibrí volcanero (Selasphorus flammula), candelita collareja (Myioborus torquatus), cucarachero pechigrís (Henicorhina leucophrys), reinita de Wilson (Wilsonia pusilla), chingolo común (Zonotrichia albicollis), mosquero cabecinegro (Empidonax atriceps), subepalo rojizo (Margarornis rubiginosus) y otros. Visitamos las zonas más elevadas en el Cerro de la Muerte (3.400 msnm) en busca del chara gorjiplateada (Cyanolyca argentigula) y el cucarachero del bambú (Thryorchilus browni), sin suerte, pero si pudimos dar tras una intensa búsqueda con un precioso junco de los volcanes (Junco vulcani), pájaro exclusivo de estos ambientes de ‘páramo’. El recorrido junto al río Savegre, en San Gerardo de Dota, un valle de menor altitud, nos regaló aves como el mirlo-acuático norteamericano (Cinclus mexicanus), el piojito guardarríos (Serpophaga cinérea) y, sobre todo, el colibrí picolanza mayor (Doryfera ludovicae) y bienteveo ventridorado (Myiodynastes hemichrysus), anidando en una de las magníficas cascadas. Recurrimos a un guía local para poder ver bien los quetzales guatemaltecos (Pharomachrus mocinno), que condicionan sus movimientos a la disponibilidad de su alimento exclusivo, el aguacatillo. Estos guías conocen perfectamente cuándo y dónde fructifican estos árboles, sabiendo así donde encontrar a esta ave emblemática. La cosa salió bien y pudimos ver 3 machos y 3 hembras alimentándose, con momentos tan mágicos como cuando un macho voló a apenas dos metros sobre nuestras cabezas.
Reserva Biológica Los Cusingos
De camino a Carara paramos unas horas en la Reserva Biológica de Los Cusingos, cerca de San Isidro, y en la región pacífica sur, una de las que apenas vamos a pisar en este viaje, con lo que podíamos encontrar unas cuantas especies diferentes a las del resto del itinerario. Esta reserva fue creada por el conocido naturalista Alexander Skutch, y de hecho en su interior se encuentra su casa-museo, en la que residió durante los últimos años de su vida. Además de su casa y los jardines hay varios senderos que recorren el bosque. En ellos y en los mencionados jardines pudimos ver algunas especies interesantes tales como el zafiro de Elicia (Hylocharis eliciae), coqueta adorable (Lophornis adorabilis), picolezna menudo (Xenops minutus), trepatroncos sepia (Dendrocincla anabatina), mosquerito centroamericano (Zimmerius vilissimus), atila polimorfo (Attila spadiceus) o el tangara costarricense (Ramphocelus costaricensis), entre muchos otros.
Parrita: Playa de Palo Seco
También hicimos una breve parada en Parrita de camino a Carara. Con la desembocadura del rio del mismo nombre y la larga barra arenosa que envuelve el manglar ofrece unas buenas oportunidades de pajareo, observando de hecho aves como garzas, espátulas, rabihorcados y cigüeñas, además de limícolas como el chorlitejo piquigrueso (Charadrius wilsonia), agujeta gris (Limnodromus griseus), playero aliblanco (Tringa semipalmata) y otros. El atardecer nos sorprende aquí y ello permite que veamos más de un centenar de añapero garrapena (Chordeiles acutipennis) cazando sobre los árboles de la zona.
Parque Nacional de Carara
El Parque Nacional de Carara es uno de los más conocidos de Costa Rica y un lugar de enorme interés ya que aquí se juntan dos regiones biogeográficas importantes como son el Pacífico Noroeste y el Pacífico Sur. Este hecho hace que en Carara se solapen especies propias de una y otra región, confiriéndole una alta riqueza. En la costa, pero con elevaciones montañosas que surgen a sus espaldas, este parque combina zonas bajas que presentan manglar y bosque de llanura, con la selva de las laderas. Recorrimos varias zonas en el entorno del parque tales como las playas de Tárcoles, el camino Vieja La Barca y, sobre todo, la carretera hacia Tarcolitos, un lugar especialmente productivo. También visitamos dentro del parque sendero como el de la Laguna Meándrica.
En la costa pelícanos pardos (Pelecanus occidentalis), rabihorcado magnífico (Fregata magnificens) y charranes reales (Sterna maxima) son las especies más frecuentes, ofreciendo bellas estampas que no nos cansamos de mirar. Paseando por el parque tuvimos la enorme suerte de encontrar una ‘ant swarm’ (marabunta) acompañada por hasta 9 especies de pájaros. Estos pájaros no se alimentan de las hormigas (que deben tener un sabor muy desagradable) sino de todos los animalillos que salen huyendo al paso de esta marea de voraces hormigas: insectos, arañas, lombrices, etc. Vimos como algunos de estos desgraciados fueron presa de las hormigas y otros, de los pájaros, a saber: trepatroncos barrado norteño (Dendrocolaptes sanctithomae), trepatroncos sepia (Dendrocincla anabatina), batará barrado (Thamnophilus doliatus), batará negruzco (Thamnophilus bridgesi), hormiguero tirano (Cercomacra tyrannina), hormiguero bicolor (Gymnopithys leucaspis), hormiguerito de Quijos (Microrhopias quixensis), formicario enmascarado (Formicarius analis) y tangara cabecigris (Eucometis penicillata). Muchas de estas aves resultan muy difíciles de ver si no se tiene la ocasión de dar con una marabunta, pues son de costumbres muy discretas.Nos quedamos quietos rodeados por las hormigas y varios de estos pájaros ignoraron nuestra presencia posándose a apenas medio metro de nosotros.
El camino hacia Tarcolitos, en la zona de Lapas, se reveló como un lugar inmejorable para el pajareo, si no fuera por el continuo tráfico que lo hace molesto por momentos. Sin embargo la presencia de aves es rica y abundante; aquí pudimos ver varias especies de rapaces incluyendo busardo gris norteño (Buteo plagiatus), busardo colicorto (Buteo brachyurus), busardo blanco (Pseudastur albicollis) y zopilote rey (Sarcoramphus papa), los coloridos guacamayos macao (Ara macao) (que aquí conservaron una de sus últimas poblaciones naturales antes de las campañas de recuperación) son frecuentes y además una multitud de pequeñas aves como de jacamará colirrufo (Galbula ruficauda), momoto capiazul (Momotus coeruliceps), cucarachero ribereño (Thryothorus semibadius), colibrí hada occidental (Heliothrix barroti), verdillo menor (Hylophilus decurtatus), esmeralda de Canivet (Chlorostilbon canivetii), saltarín colilargo (Chiroxiphia linearis) y tantos otros.
Salinas de Chomes
Dejando Carara nos marchamos hacia Monteverde, pero de camino hicimos parada en las salinas abandonadas de Chomes. Coincidiendo con la pleamar muchas aves entran a este lugar para descansar y así pudimos ver nutridos bandos de limícolas que incluían aguja canela (Limosa fedoa), zarapito americano (Numenius americanus), zarapito trinador (Numenius phaeopus), playero aliblanco (Tringa semipalmata), chorlito dorado americano (Pluvialis dominica), chorlitejo semipalmeado (Charadrius semipalmatus), archibebe patigualdo grande (Tringa melanoleuca), correlimos de Alaska (Calidris mauri), correlimos semipalmeado (Calidris pusilla) y correlimos menudillo (Calidris minutilla), entre otros. A destacar también un nutrido grupo de varios centenares de cercetas aliazules (Spatula discors) reposando en una de las tablas y varias especies de aves marinas propias de la zona, incluyendo las dos únicas pagazas piquirrojas (Hydroprogne caspia) que vimos en todo el viaje.
En breve continuará en una segunda entrada.
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