Varanger 2015: Tundra (3ª parte)
Último capítulo de mi viaje a Varanger, en el Ártico Noruego, por cortesía de Swarovski Optik y guiados por el personal de la empresa local Biotope.
El cuarto día del viaje es el dedicado a la alta tundra. De camino a Berlevåg nos detuvimos en la zona de Gjedne, lugar en el que la familia de nuestra guía Kate, los Utsi, pastorean con renos. En esta época del año los renos están dispersos por la tundra disfrutando del abundante alimento que aquí encuentran y resulta difícil verlos de cerca; las hembras con sus crías son muy recelosas y huyen rápidamente en cuanto detectan presencia humana.
Toda esta zona está conformada por un terreno ondulante muy vasto que está cubierto por líquenes y plantas rastreras que incluyen algunos ‘árboles’ como los sauces, ¡pero que apenas levantan unos pocos centímetros del suelo! La vista es amplia y el día gris, se avecina cambio de tiempo al final de nuestra estancia; nos dicen que hemos sido muy afortunados ya que no ha llovido en ningún momento hasta ahora (cuando aquí lo normal es otra situación).
Una vez más, de camino, nos quedamos sin ver cárabos gavilán (Surnia ulula) por el camino a pesar de vigilar bien postes y árboles. Llegados a las zonas elevadas nos dispusimos a caminar por la tundra donde aún había algo de nieve. Enseguida comenzamos a ver algunas aves interesantes: lagópodo alpino (Lagopus muta), págalo parásito (Stercorarius parasiticus), págalo rabero (Stercorarius longicaudus), correlimos común (Calidris alpina), chorlito dorado (Pluvialis apricaria), zarapito trinador (Numenius phaeopus), bisbita gorgirrojo (Anthus cervinus), escribano lapón (Calcarius laponicus) y escribano nival (Plectrophenax nivalis). Sin embargo estuvimos buscando con intensidad un par de especies que, aunque costaron un poco, finalmente se dejaron ver: la alondra cornuda (Eremophila alpestris) y el chorlito carambolo (Charadrius morinellus); ambas especies se reproducen en la zona. Cerca de los arroyuelos, donde crecen algunos sauces de porte arbustivo, aparecen algunos pardillos árticos (Carduelis hornemanni) y ruiseñores pechiazules (Luscinia svecica), y en los pequeños lagos se ven colimbos árticos (Gavia arctica) y patos havelda (Clangula hyemalis).
Resulta apasionante visitar las tierras de nacimiento de tantas especies de aves que nosotros sólo vemos de forma escasa en invierno, después de un largo viaje migratorio… de hecho, muchas de estas especies ni llegan a la Península Ibérica. Reflexionar sobre este hecho en este lugar me llevó a recordar esos libros que leía de niño y en los que se hablaba de la tundra incluyendo un par de fotografías que hacían galopar mi imaginación. Por entonces visitar la tundra me parecía algo imposible de realizar…
La sensación de caminar por un paisaje tan vasto y (más o menos) salvaje es realmente vitalizante e irreal. Para alguien como yo que siempre ha visto estos ambientes en libros y documentales poder recorrer un lugar como este resulta muy extraña, como formar parte de un sueño que durante décadas había tomado forma en mi mente. Serían necesarios muchos más días para tomar una mejor conciencia del lugar en el que me encontraba. Habrá que volver…
Por la tarde nos dirigimos a la costa norte. En la pequeña localidad de Kongsford la encantadora Åse Winsents, una mujer de origen local, nos recibe en su pequeño establecimiento donde ofrece habitaciones y comidas. Aquí probamos otra de las especialidades gastronómicas de la zona: el cangrejo real.
Finalmente llegamos a última hora a Berlevåg, donde embarcamos en un ferry nocturno que nos llevaría de vuelta a Kirkenes para tomar al día siguiente el avión de vuelta.
Clica aquí para ver los otros capítulos de este viaje: Varanger: Taiga (1º parte) y Varanger: Costa ártica (2ª parte).
Varanger 2015: Costa ártica (2ª parte)
Continuando con el viaje cortesía de Swarovski Optik a Varanger, en el ártico noruego, y que fue guiado por la empresa local de turismo ornitológico Biotope.
El tercer día podría decirse que fue el plato fuerte, pero para no añadir confusión aclararé que aunque buena parte del día se dedicó a visitar la costa también hubo un aperitivo con otro hábitat característico por la mañana. Muy temprano nos dirigimos a la baja tundra en el valle de Komagvær donde desayunamos frente a un lek de combatientes (Philomachus pugnax) con sus llamativos plumajes nupciales y frenética actividad. En la zona además encontramos págalos raberos (Stercorarius longicaudus), págalos parásitos (Stercorarius parasiticus), chorlitos dorados (Pluvialis apricaria), falaropos picofinos (Phalaropus lobatus), ruiseñores pechiazules (Luscinia svecica), agachadizas comunes (Gallinago gallinago) con sus vibrantes vuelos nupciales y un ave que ha sido mi némesis durante largos años: la agachadiza chica (Lymnocriptes minimus), que por fin logré ver. Por la zona además otro pajarillo interesante: el pardillo ártico (Carduelis hornemannii) que va de sauce en sauce alimentándose.
A final de la mañana nos marchamos parando algo antes de Vardö para ver los diversos pigargos europeos (Haliaeetus albicilla) que vuelan por la costa y para observar un gran número de láridos posados en una playa: gaviones atlánticos (Larus marinus), gaviones hiperbóreos (Larus hyperboreus), gaviotas argénteas (Larus argentatus), gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla)… cuando de repente una sombra aparece veloz por la derecha de nuestro campo de visión lanzándose contra la masa de gaviotas y levantándola de golpe: ¡es un halcón gerifalte (Falco rusticolus)! En ese momento quedamos boquiabiertos y vemos cómo una desafortunada gaviota tridáctila pende de sus garras durante unos instantes pero… después de aletear enérgicamente logra zafarse y reemprender la huida con el resto de compañeras. El halcón por su parte desapareció volando por el oeste para no volver a verlo de nuevo.
Esa tarde embarcamos en un pesquero tradicional con rumbo a la mítica Hornøya, un islote rocoso cerca de la costa que resulta ser una de las mayores colonias de aves marinas de Europa: unos 100.000 aves pueblan el lugar. El acercamiento al lugar ya es abrumador, pues poco a poco te vas viendo rodeado de gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla), alcas (Alca torda), frailecillos atlánticos (Fratercula arctica), araos de Brünnich (Uria lomvia) y araos comunes (Uria aalge), estos últimos formando grandes balsas que flotan plácidamente. Un enorme paredón rocoso plagado de ruidosas aves en bulliciosa actividad reproductora es la impresionante visión que recibe al visitante.
Un estrecho sendero recorre el pie del acantilado y poco a poco se va elevando hasta llegar al otro lado del islote. Al recorrerlo puedes admirar de cerca las ya mencionadas especies, que instalan sus nidos (o simplemente depositan sus huevos, sin siquiera construir nido alguno) en las estrechas repisas. Al poco uno se encuentra ya caminando entre las aves que incuban o protegen a sus pollos sin que muestren temor alguno por los turistas. Además de los álcidos y las gaviotas tridáctilas, en la isla crían también cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis), fulmares boreales (Fulmarus glacialis), gaviotas argénteas (Larus argentatus) y gaviones atlánticos (Larus marinus).
Estuvimos bastante tiempo (y más que podríamos haber estado) deleitándonos en este lugar, pero a media tarde volvimos al pesquero para realizar una sesión de pesca. Nos alejamos un poco de la costa para ir a recoger las líneas de anzuelos que por la mañana había depositado nuestro patrón acompañados por numerosos fulmares (blancos y azules) que enseguida se unieron a la fiesta cuando los marineros se pusieron a limpiar las piezas cobradas. Finalmente nos llevamos un par de bacalaos que constituirían nuestra cena asada de manera muy sencilla por nuestro chef.
Clica aquí para leer “Varanger: Taiga 1ª parte“.
Varanger 2015: Taiga (1ª parte)
Varanger es, sin duda alguna, uno de los destinos más deseados por los pajareros europeos. Como dice la propaganda que promociona este lugar, se trata del destino ártico más fácilmente accesible. Yo no soy una excepción a este deseo y tenía situado a este lugar en mi lista de viajes a realizar en un futuro, pero al haber visitado ya el Ártico en otras ocasiones no estaba en una posición prioritaria. Sin embargo, el viaje se ha hecho realidad este pasado junio gracias a la invitación recibida por Swarovski Optik para participar en un viaje de presentación y testaje de sus innovaciones que tuvo como escenario esta península en el norte de Noruega (en este enlace puedes leer el artículo que recientemente escribí sobre dichos productos).
En el aeropuerto de Oslo nos dimos cita la mayor parte de los participantes en el viaje; gente relevante de Suecia, Estados Unidos, Italia, Alemania, Holanda, Reino Unido, Australia, Finlandia, entre otros. Entre ellos hay gente tan renombrada como Jan Södersved (editor jefe de la revista Linnut), Arjan Van Egmond (secretario de Dutch Birding Association) o Lars Svensson (quien no necesita presentación).
Durante cinco días recorrimos diversos ambientes y hábitats de la zona (taiga, tundra, costa…) de la mano de Tormod Amundsen y Kate Utsi, de la empresa Biotope, que es el motor del nuevo desarrollo del turismo ornitológico en la zona. Además de las aves, los paisajes, las gentes y el buen ambiente reinante en el grupo, uno de los aspectos más destacables de este viaje fue el de conocer la interesante experiencia en desarrollo de turismo ornitológico que se está llevando a cabo en este extremo norte de Europa. Desde hace algo más de 5 años Tormod, que además de guía y ornitólogo es arquitecto y diseñador, ha involucrado a la administración local y a diversos agentes de la zona (alojamientos, hosteleros, artesanos, pastores…) en una experiencia que hace que ir a pajarear a Varanger no sólo sea observar magníficas aves en increíbles escenarios, sino mucho más.
El primer día se fue en el viaje de ida y fue ya a la tarde cuando llegamos al pequeño aeropuerto de Kirkenes, situado casi en la frontera con Rusia. Sin perder mucho tiempo nos dirigimos al valle de Pasvik, en plena taiga. Por el camino vemos volar zorzales reales (Turdus pilaris) y chochas perdices (Scolopax rusticola), pero no tuvimos suerte con los carabos gavilanes (Surnia ulula) que decían podríamos encontrar posadas en algún poste. Esa “noche” (entrecomillo porque estamos en el Ártico y aquí en verano no anochece nunca) nos alojamos en el Birk Husky B&B, unas cabañas situadas con vistas a Rusia en la que nos ofrecen carne de reno para cenar en un pequeño edificio de madera estilo vikingo (con fuego abierto). En este alojamiento se dedican durante el invierno a las carreras y excursiones en trineo tirado por perros, pero en verano transforman su actividad a excursiones a pie para observar la fauna de la taiga: mamíferos como osos, glotones y alces y aves como las que vimos al día siguiente. En el exterior de las cabañas hay varios comederos para aves donde acuden lúganos (Carduelis spinus), pardillos norteños (Carduelis flammea flammea), pinzones reales (Fringilla montifringilla), carboneros sibilinos (Poecile montanus) y otros.
Al día siguiente realizamos un recorrido a pie por la taiga. Antes de llegar al lugar de paseo ya pudimos ver un búho campestre (Asio flammeus) vigilando desde su posadero y un par de lagópodos comunes (Lagopus lagopus). En el comedero situado en la cabaña al comienzo del sendero que recorrimos fuimos viendo como llegaban los paseriformes anteriormente mencionados y dos de los que más esperábamos: un carbonero siberiano (Poecile cinctus) y un precioso macho de camachuelo picogrueso (Pinicola enucleator). El paseo, por un paisaje irreal de coníferas y suelos pantanosos, estuvo acompañado por mosquiteros musicales (Phylloscopus trochilus) y bisbitas pratenses (Anthus pratensis)… Un poco más adelante dimos con otro pájaro que deseábamos ver, el arrendajo funesto (Perisoreus infaustus) que estuvo un buen rato dejándose ver. Sin embargo el pelotazo del día fue una sorpresa inesperada: mientras caminaba junto a Lars Svensson escuchamos un canto diferente y él me dice “¿Sabes qué canto es ese?” Sonaba a un mosquitero común bastante extraño y completamente nuevo para mi. Al ver mi cara de “¿eing?” Lars dijo “¡Es un Phylloscopus collybita tristis! ¿Qué hace aquí ahora? Debería estar 800 kilómetros más al oeste”.
Por la tarde nos dirigimos al fiordo de Varanger con alguna parada para observar aves marinas y acuáticas en Nesseby, donde vimos ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus), chorlitejo grande (Charadrius hiaticula), falaropos picofinos (Phalaropus lobatus), págalos parásitos (Stercorarius parasiticus), charranes árticos (Sterna paradisaea), gaviones atlánticos (Larus marinus), gaviotas argénteas (Larus argentatus), gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla), eíderes comunes (Somateria mollissima) y varios delfines de hocico blanco (Lagenorhynchus albirostris), entre otros. Poco después vimos también algunos correlimos de Temminck (Calidris temminckii), ave común en la zona.
Llegamos a dormir en Vadsø, principal población de la zona, donde nos alojamos en el Vadsø Fjordhotell, también conocido como Birdwatchers Base Camp (el Campo Base de los Pajareros), donde nos sirvieron una deliciosa cena a cargo del chef Tol Emil Sivertsen.
Para acabar la jornada aún vimos bisbita gorgirrojo (Anthus cervinus) y eider real (Somateria spectabilis) cerca del hotel.
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